Balaam, estratega de las tinieblas.
Balaam era un falso profeta, un hechicero muy famoso que fue contratado por los moabitas para maldecir a Israel.
Números 22: 5 – 7 “Por tanto, envió mensajeros a Balaam hijo de Beor, en Petor, que está junto al río en la tierra de los hijos de su pueblo, para que lo llamasen, diciendo: Un pueblo ha salido de Egipto, y he aquí cubre la faz de la tierra, y habita delante de mí. 6Ven pues, ahora, te ruego, maldíceme este pueblo, porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda herirlo y echarlo de la tierra; pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito. 7Fueron los ancianos de Moab y los ancianos de Madián con las dádivas de adivinación en su mano, y llegaron a Balaam y le dijeron las palabras de Balac”.
El pasaje es claro, nos dice que el rey de Moab mandó llamar a Balaam con el propósito de maldecir a Israel; y dice que los ancianos que fueron a buscarle, llevaban las dádivas de adivinación, es decir, el pago por sus servicios como hechicero; pero este Balaam, no era cualquier hechicero de barrio, no, era muy famoso por sus trabajos, dice el pasaje que el rey reconocía que el hombre al que este personaje quería hacerle bien, le iba bien, y al que le quería hacer mal, le iba mal.
Por otra parte, Petor, la ciudad hasta donde el rey de Moab mandó a buscar a Balaam, quedaba muy lejos, en Mesopotamia, la tierra de donde salió Abraham, y en la que quedaba Babilonia. Pero tal era la fama del hombre, y tal la decisión del rey de Moab, que no escatimó en gastos ni esfuerzos para maldecir a Israel. Deuteronomio 23: 4 “porque alquilaron contra ti a Balaam hijo de Beor, de Petor en Mesopotamia, para maldecirte”.
Sin embargo, este hechicero conocía muy bien que no se podía levantar contra Jehová, que no podía tocar a aquellos sobre los que estuviese la poderosa mano del Señor, y que ni siquiera podría pronunciar una palabra de maldición contra el pueblo del Señor, sin que eso le costase su propia vida; por eso, el falso profeta le dice a Balaac rey de Moab, que no es posible maldecir a Israel, porque es un pueblo bendito y protegido por el Señor.
Números 23: 20 - 21, 23 “He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla. 21No ha notado iniquidad en Jacob, Ni ha visto perversidad en Israel. Jehová su Dios está con él... 23Porque contra Jacob no hay agüero, Ni adivinación contra Israel”.
Sin embargo, este falso profeta, que profetizaba según el dinero que le pagaran, como lo dicen las Escrituras en II de Pedro y en el libro de Judas, logró su cometido, no con hechicerías y maldiciones, sino poniendo tentación al pueblo, y enseñándoles a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, según lo menciona Apocalipsis 2:14 “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación”.
Este hombre al servicio de las tinieblas, no pudo proferir palabra de maldición contra el pueblo del Señor, pero sí logró su cometido al hacer que Israel desobedeciera a Dios, y se expusiera al juicio y castigo del Señor.
Números 25: 1 - 3,9 “Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, 2las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. 3Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel…. 9Y murieron de aquella mortandad veinticuatro mil”.
Veinticuatro mil fueron los muertos del pueblo de Israel en una batalla en la que no se disparó ni una sola flecha, y en la que el enemigo usó una estrategia muy sencilla, instruir a las madianitas a que sedujeran a los hombres de Israel, y al entrar en relaciones carnales con ellas, lograr apartarlos de la fidelidad a Dios, y llevarlos a la idolatría. Por esto, el Señor le ordenó a Moisés que ejecutara venganza contra Madián, le ordenó que matara a hombres y a mujeres indistintamente; y aunque en esa ejecución Israel mató a todos los hombres, e incluso al mismo Balaam, no mataron a las mujeres, quienes fueron los instrumentos usados por las tinieblas para llevar al pecado a Israel, desobedeciendo así la orden de Moisés, y por ende del Señor.
Números 31: 1-3, 7-8, 15-16 “Jehová habló a Moisés, diciendo: 2Haz la venganza de los hijos de Israel contra los madianitas; después serás recogido a tu pueblo.3Entonces Moisés habló al pueblo, diciendo: Armaos algunos de vosotros para la guerra, y vayan contra Madián y hagan la venganza de Jehová en Madián…. 7Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón. 8Mataron también, entre los muertos de ellos, a los reyes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, cinco reyes de Madián; también a Balaam hijo de Beor mataron a espada…. 15 y les dijo Moisés: ¿Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres? 16He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehová”.
Este relato es muy claro, cuando Jehová ha determinado bendecir, cuando la poderosa mano del Señor está sobre su pueblo, no hay brujo, no hay hechicero, ni hay maldición que pueda alcanzar a sus hijos; estamos bajo su cobertura y protección. Pero cuando el pecado entra en el pueblo, cuando el pueblo del Señor escucha la voz de su enemigo y se deja seducir por las tentaciones del pecado, la protección del Señor es quitada, y su enojo se deja sentir. En el caso de Israel, no fue Balaam, no fueron sus hechizos ni maldiciones, tampoco los ejércitos de Balac, fue la desobediencia del pueblo por la que “el furor de Jehová se encendió contra Israel…. Y murieron de aquella mortandad veinticuatro mil”.
No es el poder o debilidad de nuestro enemigo lo que determina nuestra bendición o maldición, sino la mano de Jehová a favor o en contra nuestra.
Y ante la ira y el furor de Jehová, solamente queda el arrepentimiento, la humillación, el quebranto, la confesión y el volver al camino, solo esto es lo que puede detener sus juicios.
Como nunca antes, la iglesia del Señor, y las naciones de la tierra necesitamos la protección, bendición y cobertura de nuestro Padre Celestial. Es tiempo de ponernos a cuentas con nuestro Señor, es tiempo de humillación y reconocimiento de nuestra necedad y desobediencia, no solo como individuos, sino como iglesia y como naciones.
Las noticias parecieran darle al enemigo la victoria sobre las naciones de la tierra; por doquier escuchamos de caos, inflación, guerra, vandalismo, corrupción etc. Pero tenemos un enemigo que no puede maldecir cuando Dios ha decidido bendecir, que no puede tocarnos cuando contamos con la protección de nuestro Padre Celestial. Solo nuestra desobediencia y pecado puede hacernos vulnerables a la arremetida de las tinieblas.