No toda la luz espiritual, es la manifestación de Dios, por lo tanto, no podemos andar corriendo detrás de todo aquél que dice tener la iluminación, ser el portador de la luz, o tener la última revelación; sin embargo, creo que como nunca antes es el tiempo de que se vea quienes somos y, a quién estamos manifestando.

Ni Noé ni Moisés construyeron según su criterio; realizaron lo que les fue revelado en visiones dadas por Dios. Gracias a su constante comunión con Él, recibieron diseños celestiales y trabajaron arduamente para hacer visible lo que antes era invisible.

El pasaje de 1 Corintios 10:12 advierte sobre la presunción de estar firme sin caer, recordando la disciplina divina sobre el pueblo de Israel como ejemplo. Nos insta a no confiar en la gracia como licencia para pecar, sino a caminar en santidad, reconociendo nuestra dependencia de Dios en todo momento.

Desafío constante: ¿creeremos en las palabras divinas o nos rendiremos ante las circunstancias? A menudo dudamos, resistimos o desobedecemos, como Moisés y Zacarías. En una visión, veo ángeles retornando con cartas selladas, respuestas a nuestras oraciones, pero demasiadas vuelven sin ser recibidas. 

Perder nuestro teléfono celular es causa de estrés y desesperación, pero yo me pregunto, si perder la conexión con nuestro Padre Celestial nos llega a generar tan siquiera una mínima parte de la desesperación, preocupación y estrés que genera estar desconectados de nuestras redes sociales y perder el contacto con las personas que normalmente conversamos. ¿Cuántas veces has perdido tu conexión con tu Padre Celestial? y cuando eso pasa, ¿Cuánto tiempo ha pasado antes de recuperarla?

En Apocalipsis 3:14-16, Jesucristo advierte a la iglesia de Laodicea sobre su tibieza espiritual, amenazando con vomitarlos de su boca. Se destaca la importancia de la reacción de los demás como indicador de la verdadera condición espiritual y se hace un llamado a buscar la reavivación del fuego del Espíritu Santo para impactar al mundo.

Evitemos hacer pactos fuera de la voluntad de Dios, como Josué con los gabaonitas, que resultaron en consecuencias negativas incluso siglos después. No menospreciemos los compromisos del pasado; es tiempo de rectificar, pedir perdón y liberarnos de las ataduras de pactos mal hechos.