Buenos Padres,
Buenos Hijos
¿Por qué Caín mató a su hermano?
¿Por qué Cam tuvo un hijo que violó la intimidad e integridad de su padre Noé?
¿Por qué Ismael tuvo que ser expulsado del campamento de su padre Abraham y no pudo crecer ni vivir en el seno de su hogar?
¿Por qué Esaú menospreció su primogenitura y trajo continua amargura al corazón de sus padres?
¿Por qué Rubén, primogénito de Jacob, durmió con una concubina de su padre y perdió la primogenitura?
¿Por qué Amnón violó a su propia hermana Tamar?
¿Por qué Adonías se autoproclamó rey de Israel, usurpando de manera ilegal el trono de David su padre?
¿Por qué Absalón atentó contra la vida de su Padre y le hizo un golpe de estado para arrebatarle el reino?
¿Por qué Salomón, con toda su sabiduría, terminó convertido en un idólatra?
La lista es interminable, los hijos de padres escogidos por el Señor para ser grandes hombres de Dios, que se desviaron del camino y trajeron vergüenza a sus padres es inmensa.
Casi que podríamos decir que dos de cada tres hombres con llamado y unción divina, sufrieron el peor ataque de satanás desde dentro de sus hogares.
Pero esto no es una regla, ni debería ser así; de ninguna manera este es el diseño de Dios para la vida de una familia ministerial.
Este es el evidente ataque de las tinieblas sobre la vida de aquellos que fueron escogidos para ser ministros del Dios viviente.
Algunos podrían decir que fue culpa de los padres, otros dirían que fue la maldad y la falta de honra y sujeción de los hijos; y no faltará quien diga que fue el fuerte carácter de las esposas y madres, que no se sujetaron a sus esposos y consintieron más de la cuenta a sus hijos.
No importa cuál sea la causa que podamos argumentar, hay una verdad que es innegable desde Adán hasta este tiempo: hay un fuerte ataque sobre las familias; pero hay un ataque mucho mayor e inmisericorde sobre las familias ministeriales.
Yo no me atrevería a señalar de culpables por lo que pasó en sus familias a Adán, a Noé, a Abraham, a Jacob, o a David; y mucho menos, a hablar mal de su llamado y efectividad en la tarea encomendada. Sin embargo, es evidente que las tinieblas tuvieron éxito en herir a estos padres con el comportamiento de sus hijos.
Todos estos hombres de Dios fueron ejemplo de vida en su tiempo, fueron instrumentos en las manos del Señor, y llevaron a cabo una tarea que aún hoy nos desafía; sin embargo, yo me pregunto: ¿qué hubiera sido de ellos si no hubieran tenido esa lucha interna en sus hogares?
Porque también existieron los hijos que fueron un gran orgullo y bendición para sus padres; para la muestra un botón, pues qué decir de un Isaac, que confió y obedeció ciegamente a su padre, permitiéndole atarlo, colocarlo sobre el altar y ofrecerlo como sacrificio vivo a Jehová. ¡Qué nivel de obediencia, honra y sujeción a su Padre! ¡que orgulloso se debió haber sentido Abraham de su hijo, luego de haber pasado esa prueba!
Qué decir de Samuel, quien fue criado por Elí, un muy mal sacerdote; y aun así, se convirtió en el orgullo de su madre, quien lo había entregado y dedicado desde muy niño al Señor para su servicio; llegando a ser el hombre más importante de la nación de Israel.
O un Timoteo que trajo honra a su abuela y su madre, al convertirse en uno de los líderes más importantes de la iglesia del primer siglo.
No es fácil tener hijos que honren y respeten a sus padres, pero no es imposible; no es fácil tener hijos que amen y obedezcan a Dios, pero no es imposible. No es fácil mantenerse fiel al llamado, y entregar a los hijos un legado espiritual, pero no es imposible. No es fácil levantar una familia ministerial, pero no es imposible.
Por alguna razón, el Señor nos ha dicho una y mil veces que debemos esforzarnos, ser valientes, y no desmayar.
Levantar una familia, criar hijos en el temor de Jehová que quieran servirle y que estén dispuestos a hacer lo propio con sus hijos, no es fácil; pero es el reto que tenemos.
Nuestro primer ministerio se llama familia; antes de pensar en multitudes, creo que debemos gastar todas nuestras fuerzas y vida en ser los padres que Dios quiere que seamos, y en ser los hijos que Dios quiere que seamos.
He conocido ministros del Señor “exitosos” que fueron muy malos padres, y he conocido hijos de ministros “exitosos” que solo trajeron vergüenza a sus padres y descrédito a sus ministerios.
Esta es una tarea de padres e hijos, es una responsabilidad de unos y otros. Por lo tanto, es una tarea de todos, porque, aunque no todos son padres, todos son hijos, y con seguridad serán padres en algún momento.
Mi exhortación sobre tu vida y tu familia es: Esfuérzate por ser el padre que Dios determinó que fueras, no es fácil, pero tampoco imposible. Esfuérzate por ser el hijo que Dios determinó que fueras, no es fácil, pero tampoco imposible.
Yo declaro que tus hijos son tu gozo, tu honra y tu orgullo, las tinieblas no los usarán para herirte y mucho menos para sacarte del camino.
Declaro que eres un hijo que trae honra y orgullo a sus padres, que por tu obediencia al Señor y a tus padres, serás grandemente bendecido.
Salmo 127:3 “Los hijos son un regalo del SEÑOR; son una recompensa de su parte. 4 Los hijos que le nacen a un hombre joven son como flechas en manos de un guerrero. 5 ¡Qué feliz es el hombre que tiene su aljaba llena de ellos! No pasará vergüenza cuando enfrente a sus enemigos en las puertas de la ciudad”.