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El carácter del Cordero y León en nuestras vidas.

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1Corintios 10:1 - 12 “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres TODOS estuvieron bajo la nube, y TODOS pasaron el mar; y TODOS en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y TODOS comieron el mismo alimento espiritual, y TODOS bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era CRISTO. PERO DE LOS MÁS DE ELLOS NO SE AGRADÓ DIOS; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como EJEMPLO PARA NOSOTROS, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.  Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.  Y estas cosas les acontecieron COMO EJEMPLO, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, MIRE QUE NO CAIGA”.

 

Este pasaje es muy claro; todo el pueblo de Israel que salió de Egipto, vio la bendición, la salvación, la provisión sobrenatural; todos estuvieron bajo la cobertura de la nube de Dios; todos comieron de el maná, el pan del cielo que era Cristo y, todos bebieron de la fuente de agua viva que fluía de la roca que iba con ellos a todos lados, la cual. También era Cristo.

Pero comer el pan del cielo, beber de la fuente de agua viva, ser testigo de los milagros y proezas de Dios, no es sinónimo de haber agradado a Dios.

El sol sale sobre buenos y malos y la lluvia cae sobre buenos y malos. Las bendiciones del Señor son sobre todos.

Hoy podríamos decir que hay muchos que creen que, por haber cambiado de religión, por beber el vino y comer el pan de la cena del Señor, por haber sido bautizados y asistir regularmente a una congregación, ya tienen asegurada su salvación.

Pero el apóstol Pablo es muy claro; él dice: “estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron”.

 

Y es que la nación de Israel fue grandemente bendecida y a la vez, fue castigada severamente por causa de su idolatría, su desobediencia y su necedad; pues ellos creían que, por ser el pueblo escogido, podían hacer lo que les vinera en gana y no tener consecuencias sobre sus vidas.

 

Israel vivió en Egipto 400 años y en ese tiempo aprendió a adorar los ídolos de esta nación. Israel salió de Egipto con la intervención de la mano poderosa de Jehová, y en el desierto se fabricó un becerro de oro para adorarlo como dios.

Israel fornicó en el desierto con las mujeres de Moab a pesar de las advertencias de Jehová; y además de eso, adoraron a los dioses de Moab.

NVI Números 25: 1 – 3 “Mientras los israelitas acampaban en Sitín, comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas, las cuales los invitaban a participar en los sacrificios a sus dioses. Los israelitas comían delante de esos dioses y se inclinaban a adorarlos. Esto los llevó a unirse al culto de Baal Peor. Por tanto, la ira del SEÑOR se encendió contra ellos”.

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La nación de Israel, el pueblo escogido de Dios, fue idólatra en Egipto, fue idólatra y desobediente en el desierto, y fue idólatra y desobediente en la tierra prometida.

 

Josué, el sucesor de Moisés, al introducir al pueblo en la tierra prometida, luego de 40 años de vagar por el desierto, los amonesta diciéndoles: “Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová”. Josué 24:14.

 

Tristemente esta amonestación para poco sirvió; luego de la muerte de Josué, el pueblo se desenfrenó y por espacio de trescientos años, conocido como el periodo de los jueces, el pueblo hizo lo que le vino en gana. Jueces 17:6 “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”.

 

Y la historia continúa aún peor, pues la idolatría de Israel se manifestó desde el trono cuando Salomón, el hijo de David, tuvo mil mujeres entre reinas y concubinas, las cuales, le llevaron a la rebelión e idolatría en contra del Señor.

1Reyes 11:5 - 8 “Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses”.  

Es que el problema no es si se hizo o no una oración, el problema no es si se asiste o no a una congregación, el problema no es si se ha visto o se ha recibido algún milagro. El problema es no tener el carácter suficiente para caminar en santidad, para decirle que no a la tentación del enemigo; el problema es creer que la gracia nos habilita para pecar sin tener consecuencias en nuestra vida. El problema es no tener el carácter de Cristo en nosotros.

No importa si hemos visto el mar abrirse en dos y hemos caminado en seco por en medio del mar; no importa si hemos visto la nube de gloria de Dios y hemos caminado bajo su sombra; no importa si hemos comido del pan del cielo y bebido de la fuente de agua viva. Todo eso lo vivieron los que murieron en el desierto y no entraron a la tierra prometida.

No importa si tomamos posesión de la tierra prometida, o si somos hijos del rey conforme al corazón de Dios. Si no tenemos el Carácter de Cristo para caminar en santidad, no vamos a poder caminar en el mismo camino que caminó aquel que fue Cordero y León.

Sin un carácter equilibrado, formado y moldeado a la imagen del carácter de Cristo, nunca podremos ser a imagen de aquel que nos creó.

 

No tengo el tiempo ni el espacio para desarrollar el tema, ni este es el espacio adecuado. Este quedó plasmado en mi libro A Imagen del Cordero y León, el cual puedes adquirir en forma impresa o digital en el vínculo que encontrarás en esta página en la sección “Estudios”.

Ese libro no es el resultado de unos cuantos meses de estudio y unas cuantas semanas de escritura; es el resultado de toda una vida de ver milagros, de caminar bajo la nube, de comer y beber el cuerpo y la sangre del Cordero; y a pesar de todo eso, ver vez tras vez que el enemigo ganaba batallas en mi vida.

Y no que pretenda haberlo alcanzado ya, pero encontré un camino y por ese camino espero caminar todos los días que me restan de vida; intentando alcanzar lo inalcanzable.

Este escrito es para creyentes que después de muchos años, aún siguen lidiando con aquellos pecados que si se supieran, traerían vergüenza a sus vidas y a su familia, descrédito a la congregación a la que asisten, e incluso, el señalamiento y burla de los de afuera.

Este escrito es un desafío a caminar en santidad, entendiendo que el carácter de Cristo en nuestras vidas es esencial para lograrlo.

Es mi deseo que puedas adquirir el libro, que puedas tomarte el tiempo para leerlo lentamente, sin afanes, pero, sobre todo, que puedas encontrar la esencia de lo que acabo de escribirte. No es lo que has visto, a donde asistas y cuanto sepas; es tener el carácter de Cristo y ser formados a Imagen del Cordero y León.

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