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El derecho y privilegio de
los padres
y abuelos

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Un hijo es un padre en potencia, un padre es un abuelo en potencia, y un abuelo, es un padre que se ha graduado y ha alcanzado con honores el título de padre; o por lo menos, así debería ser.

Y digo que así debería ser, porque hoy en día estamos viendo cómo millones de padres en potencia quieren todo, menos ser precisamente eso. Quieren viajar, conocer, disfrutar, estudiar, trabajar, tener dinero, ser reconocidos, gozar la vida, pasarla bien, todo, menos ser padres.

Y muchos de los padres actuales, jamás entendieron el gran privilegio que era ser poseedores de la gracia y la bendición que es la paternidad; y cuando hablo de padres, estoy hablando de padres y madres, al igual que al hablar de paternidad, estoy hablando del rol y las obligaciones de los dos padres.

Ahora, hablar de padres que se han graduado y han alcanzado con honores el título de abuelos, es hablar de personas que han pagado un muy alto precio en su vida por enseñar, guiar, proveer, cuidar, instruir en la palabra de Dios, ser ejemplo, ser cobertura y protección, en fin, personas que han invertido su vida en favor de sus hijos.

Ese debería ser el modelo correcto y el modelo a seguir, porque es el modelo bíblico, y es lo que la palabra nos enseña; lamentablemente hoy en día los hijos no quieren ser padres, los padres no quieren ejercer su función, y los que llegaron a ser abuelos, muchas veces llegaron solo por el paso del tiempo, no porque cumplieron a cabalidad con todos los requisitos exigidos para tener ese título.

La palabra nos dice: Deuteronomio 6:6 - 9 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y la escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.

2 Corintios 12:14 “He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos”.

Tito 2:3 - 5“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; 4 que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, 5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”.

Podríamos llenar de versículos este espacio, porque si algo hay en las Escrituras, son versículos que nos enseñan a ser padres y abuelos, y la responsabilidad que eso implica.

Ahora, hablemos de la paternidad espiritual; aquella que debería estar en cabeza de los padres biológicos, pero que en muchos casos, no es así porque los padres biológicos nunca entendieron que debían de ser sacerdotes en su hogar, ejemplo en su relación con el Señor, instructores de la palabra de Dios, y proveedores de un ambiente espiritual seguro para la crianza y formación de sus hijos, y en ese caso, Dios permitió que algún hijo suyo, hombre o mujer, con la disposición y el entendimiento, ejerciera esa labor de paternidad espiritual para quitar la orfandad espiritual que hay en muchos de sus hijos.

Por lo tanto, aquí también podríamos decir que todo creyente es un padre o pastor en potencia, y todo pastor es un apóstol en potencia, es decir, un padre de padres. Pero para llegar a eso, es necesario hablar de madurez, de responsabilidad, de ser ejemplo, de pagar un precio, de invertir tu vida en favor de otros.

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Es decir, tener el título de padres, sean biológicos o espirituales, es hablar de gente que entendió que no vive para sí, sino de gente que tiene la responsabilidad de poner su vida para que las generaciones que vienen detrás de ellos puedan avanzar y alcanzar sus metas y objetivos en Dios.

El apóstol Pablo le escribe a su hijo espiritual Timoteo y le dice: 2Timoteo 1:5 - 6 “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó PRIMERO en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. 6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”.

Que tremendo pasaje; acá Pablo le dice a Timoteo que hay unas bases espirituales que él recibió de su madre y su abuela, y que sobre esas bases, él, como padre espiritual, ha impartido dones que deben ser avivados y puestos por obra.

Necesitamos padres que entiendan que su vida no les pertenece, sino que ellos son la fuerza y el motor de sus hijos; padres y abuelos que entiendan que su derecho y privilegio es bendecir, preparar un camino, guiar, dirigir, edificar, cuidar, proteger, proveer, y que ese derecho nadie se lo puede quitar; solo hay que menospreciarlo y renunciar a él para perderlo. No hay demonio, no hay diablo que pueda impedir que los padres cuiden y protejan a sus hijos, y que los abuelos bendigan y cubran la vida de sus nietos. Ese es nuestro derecho.

Por lo tanto, yo te desafío hoy a que te mires al espejo y veas quien eres, pues todos somos hijos, y por lo tanto, padres en potencia con la tarea de dar a luz hijos biológicos y espirituales que deben ser formados en los caminos del Señor. Así es que, prepárate, porque tus hijos te costarán toda tu vida.

Mírate al espejo, porque si ya eres un padre, tienes la responsabilidad de sufrir con valentía los dolores de parto que implica tener y criar hijos. Gálatas 4:19 “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”.

Y si ya eres un abuelo, entiende que has alcanzado el grado de madurez que te permite cubrir, proteger, y legislar sobre tus generaciones. No desperdicies esa oportunidad y cuanto antes abre tu boca para declarar lo que ha de ser de la vida de tus nietos y sus generaciones. Génesis 48:8 - 10“Y vio Israel los hijos de José, y dijo: ¿Quiénes son éstos? 9 Y respondió José a su padre: Son mis hijos, que Dios me ha dado aquí. Y él dijo: Acércalos ahora a mí, y los bendeciré. 10 Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les abrazó”.

Tuve la gran bendición de ser querido, amado y cuidado por mis padres. Tuve la gran bendición de ser bendecido por mi abuelo. Vi a mis padres convertirse en abuelos y bisabuelos, y desde que les fue anunciada la vida de su primera nieta, hasta el día del nacimiento de su última bisnieta, los vi orar, cubrir y bendecir a su descendencia todos los días de su vida.

Ahora, es mi derecho y privilegio cubrir, bendecir y declarar los propósitos de Dios sobre la vida de mis hijos y nietos biológicos, y sobre los hijos espirituales que el Señor me ha concedido, y es mi propósito ejercer ese derecho todos los días de mi vida.

Hazlo tú también sobre los tuyos.

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