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Estatua de sal
o enemiga
de Dios.

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Uno de los pasajes más extraños en las Escrituras es Génesis 19, el cual, nos narra la salida apresurada de Lot y su familia de la ciudad de Sodoma, minutos antes de su destrucción.

Lot había ido a vivir a Sodoma, una ciudad completamente pagana y depravada. Allí se estableció y llegó a ser una persona reconocida; allí decidió formar una familia y criar a sus hijas, las cuales, para el momento del relato, ya estaban en edad de matrimonio; pues según nos narra el pasaje, estaban comprometidas en matrimonio.

Son estas las muchachas que Lot ofrece a los hombres de la ciudad para que sean violadas, con tal que no toquen a los ángeles que han venido bajo su techo.

Nos cuenta el relato que los ángeles tuvieron que tomar a Lot y a sus hijas de la mano y sacarlos de la ciudad, pues Lot no quería dejar a sus futuros yernos, que eran de la ciudad, y con seguridad, no quería dejar atrás toda su vida.

Los ángeles les pidieron que huyeran al monte, a lo que Lot les hace una petición: poder ir a Zoar, una pequeña ciudad cercana, en la que con seguridad tenía amigos o conocidos, y podría tener una vida muy similar a la que llevaba en Sodoma.

 A esa petición accedieron los ángeles, con tal que huyera, pues la destrucción era inminente. Al amanecer, sucedió lo anunciado por los ángeles, llegó una lluvia de fuego y azufre que destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra.

Ahora, lo que me llamó la atención de este capítulo, es lo que narra el relato bíblico que pasó con la mujer de Lot: Génesis 19: 26  “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”. Por años nunca le presté mayor atención a ese pasaje, simplemente asumí que pasó así, porque la biblia así lo dice. Pero hace unos días estaba meditando en este pasaje y me llamaron mucho la atención los versículos siguientes: 27 “Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová. 28Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno”. La pregunta sería: ¿por qué la mujer de Lot miró y se convirtió en estatua de sal, y Abraham miró y no le pasó nada?

De inmediato me fui a revisar el texto en hebreo, más específicamente, la palabra estatua, para asegurarme que en efecto eso es lo que dice, y encontré que la palabra traducida como estatua es la palabra hebrea netsíb, la cual aparece 10 veces en las Escrituras; sin embargo, la única vez que se traduce como estatua es en este pasaje, y en las otras nueve veces se traduce como guarnición, y su significado literal es: un puesto militar, una gobernación, un puesto o posición fija, que no se mueve.

Qué interesante, pues si bien una estatua no se mueve, es algo muy diferente a un puesto militar, y muy diferente a un puesto fijo de gobierno.

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Ahora, bíblicamente la sal tenía varias aplicaciones, pero una de esas aplicaciones era para convertir la tierra en un campo estéril. Jueces 9: 45 “Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día, y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad, y la sembró de sal”.

Un campo sembrado con sal se convertía en un campo estéril, en una tierra inservible; por lo tanto, mi opinión de lo que pasó con la mujer de Lot no fue que se convirtiera literalmente en una estatua de sal, sino que al mirar atrás, al recordar y añorar aquello que tenía y que estaba perdiendo, aquello que fue su estilo de vida; y por qué no decirlo, su deleite por muchos años, esta mujer estableció un lugar desde donde comenzó un trabajo de maldición sobre la tierra que Jehová le había dado a Abraham y a sus descendientes, motivada por celos, por envidia, por el enojo que le produjo perder su vida y sus posesiones a causa del juicio de Jehová sobre Sodoma.

Mirar atrás puede ser una referencia a añorar el pasado, a desear volver a aquello de lo cual el Señor nos ha sacado, muchas veces en contra de nuestra voluntad, pero que por la intercesión de alguien como Abraham, quien se expuso una y otra vez pidiendo misericordia para la ciudad por causa de cincuenta, cuarenta y cinco, cuarenta, treinta, veinte, o diez justos que pudiera haber en la ciudad, para que no viniera destrucción.

La palabra dice: Lucas 9:62 "Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios."

Lo que yo creo que pasó con esta mujer, no fue que se convirtiera en una piedra, sino que no pudo soportar el haber perdido toda su vida y sus posesiones materiales, y decidió, obviamente influenciada por todo lo aprendido en Sodoma, quedarse en la mitad del camino y construir una guarnición, una posición fija, desde donde pudiera maldecir y convertir en un campo estéril e inservible la tierra asignada a Abraham y sus descendientes.

De hecho, al ya no estar ella con Lot, se dio la ocasión perfecta para que las perversas intenciones del corazón de esta mujer se concretaran en el episodio en el que sus hijas tuvieron relaciones sexuales con su padre, y de esa relación incestuosa, nacieran dos hijos que darían origen a dos pueblos que se convertirían en grandes enemigos de Israel: Moab y Amón.

Qué terrible es que el Señor nos saque de la inmundicia del pecado, para que algunos, a la mitad del camino miren atrás, añoren la inmundicia de su vida pasada y prefieran convertirse en un elemento en contra de los planes de Dios para su gente.

Creo que en este pasaje se cumple a cabalidad lo que dicen las Escrituras en 1Juan 2:19 "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros."

Que el Señor nos ayude a ser radicales en nuestra decisión de vivir por y para Él, y a nunca añorar el pecado y la maldad de nuestra vida sin Cristo.

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