Isacar,
Asno Fuerte
I Crónicas 12 hace una descripción de los guerreros que respaldaron a David y lo llevaron a convertirse en el rey de Israel; estos hombres llegaron de todas las tribus de Israel, y fueron reconocidos como los valientes de David.
Nos cuenta el relato bíblico las cantidades y algunas características de los hombres que llegaron de cada tribu; por ejemplo, el versículo 24 nos dice: “De los hijos de Judá que traían escudo y lanza, seis mil ochocientos, listos para la guerra”.
Nos cuenta el pasaje que de la tribu de Simeón llegaron siete mil cien hombres valientes y esforzados, de Efraín veinte mil ochocientos, de Neftalí mil capitanes, y con ellos treinta y siete mil con escudo y lanza, de Aser cuarenta mil, de Zabulón dice que envió cincuenta mil hombres, y de los rubenitas, gaditas y de la media tribu de Manasés dice que enviaron ciento veinte mil con toda clase de armas de guerra.
Cada tribu mandó lo mejor de sus hombres de guerra, diestros en el manejo de sus armas, dispuestos a dar su vida por el futuro rey, preparados para la batalla y para respaldar a David en su campaña. El que menos mandó, según el relato bíblico, mandó tres mil hombres de guerra; y en medio de esos grupos de miles de hombres, de pronto aparece la tribu de Isacar, de la cual podríamos pensar en principio, que literalmente no salió con nada, pues solo envió doscientos hombres. A primera vista uno podría decir que no hubo ningún compromiso, mucho más, sabiendo que Isacar era una tribu grande con la capacidad de enviar veinte mil hombres de guerra sin ningún problema; ¿cómo pues llega con doscientos hombres?
Esto parece una burla, pareciera una falta total de compromiso con la causa del futuro rey; a no ser, por la descripción que se hace de estos doscientos hombres. Dice el versículo 32 “De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos”.
Estos doscientos, no solo eran hombres de guerra, sino que eran principales; en términos militares, eran generales, eran entendidos en los tiempos y sabían lo que Israel debía hacer; es decir, era gente profética, con dones y una unción profética muy clara, y lo mejor: tenían credibilidad, tenían autoridad y los guerreros de las otras tribus los seguían.
Esos doscientos hombres de la tribu de Isacar sabían a qué habían ido, sabían que no eran uno más entre el montón. Ellos sabían que eran únicos en su labor, que no eran como los demás hombres de guerra, más bien, tenían claro que de ellos dependía lo que debía hacer Israel, pues ellos eran entendidos en los tiempos.
A veces creemos que las cantidades, lo sofisticado de las armas, o lo diestros que somos en el manejo de esas armas es lo que nos llevará a la victoria; creemos que el que vence, es el que tiene el ejército más grande, o el que tiene mejores armas; pero Isacar, era entendido en los tiempos, sabía cuándo y qué era lo que debían hacer el resto de las tribus; y lo mejor, sus hermanos les creían y los seguían.
Creo que esta es una gran lección, y un desafío para los intercesores y los profetas, quienes tienen la estrategia para los que deben escuchar y seguir su instrucción.
El relato bíblico no nos da los nombres de estos doscientos, simplemente nos dice que son los hijos de Isacar, es decir, gente que tiene una identidad, una misión, una tarea muy clara, pero no un nombre para figurar y ser reconocidos; estos doscientos solo tenían la misión de saber lo que Israel debía hacer.
No imagino a los doscientos frustrados, amedrentados y sintiéndose mal ante los veinte mil ochocientos de Efraín o los cuarenta mil de Aser; por el contrario, imagino los ejércitos de las diferentes tribus comentando entre sí al ver llegar a esos doscientos principales de Isacar, “estos son los que saben qué es lo que hay que hacer”, “estos son los que nos dirán cuál es el momento oportuno para los avances y los ataques”.
En estos tiempos de tanta conmoción mundial, necesitamos a lo mejor de los guerreros de cada tribu, a los diestros en el manejo de todas las armas de guerra espiritual, pero a la vez necesitamos reconocer, escuchar y seguir a los hijos de Isacar, a los ministerios proféticos que aún sin ser mayoría ni tener un nombre reconocido, cuentan con el reconocimiento de los intercesores y guerreros que están dispuestos a ir a la batalla bajo la guía de estos ministerios.
En Génesis 49:14 – 15 Jacob declaró sobre su hijo: “Isacar, asno fuerte, que se recuesta entre los apriscos;15Y vio que el descanso era bueno, y que la tierra era deleitosa; y bajó su hombro para llevar, y sirvió en tributo”. Me gusta cómo están traducidos estos dos versículos en la Torá: “Isacar es un borrico corpulento echado entre las aguaderas. Aunque ve que el reposo es bueno, y que el suelo es agradable, ofrece su lomo a la carga y termina sometiéndose al trabajo”.
Con esto, al decirle a su hijo que él era un asno fuerte, no lo estaba menospreciando, por el contrario, le está diciendo que él tenía la capacidad de llevar una gran carga, y que sería él quien bajaría el hombro para llevar esa carga, es decir, que lo haría de manera voluntaria.
La declaración de Jacob sobre su hijo Isacar también nos da claridad de la razón por la cual algunos varones de esa tribu eran entendidos en los tiempos, ya que el patriarca dijo que Isacar vio que el reposo era bueno, porque vio que la tierra prometida era deleitosa, por lo cual él aprendió a descansar en el Señor cuando era tiempo, y a asumir una gran responsabilidad frente a sus hermanos cuando así tenía que hacerlo.
Hoy el ejército de Dios necesita hombres y mujeres entendidos en los tiempos, gente que sepa qué es lo que el pueblo debe hacer, gente que tenga credibilidad, y que sus hermanos los sigan.
Este es un llamado para los guerreros de Dios a reconocer y seguir el dicho de los estrategas celestiales, y para esos estrategas, a entender que son requeridos en el frente de batalla para guiar a los guerreros.