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Judá,
el verdadero
hijo pródigo

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La parábola del hijo pródigo, como todas las parábolas, es la narración de un suceso ficticio que, por comparación o analogía, nos lleva a una enseñanza práctica de la vida; pero que obviamente está inspirada en hechos reales.

Pues bien, recientemente estaba leyendo la historia de Judá, el hijo de Jacob, y se me vino a la mente este pensamiento: “Judá fue el verdadero hijo pródigo”.

Judá, era el cuarto hijo de Lea, la primera esposa de Jacob, quien tuvo doce hijos con dos esposas y dos concubinas. De estos doce hijos, uno fue la niña de los ojos de Jacob: José, que era el hijo sobrenatural de su amada esposa Raquel, quien había sido estéril hasta ese momento.

Por ser el preferido de su padre, José se ganó el odio de sus hermanos quien, en un momento de ira, decidieron venderlo como esclavo a una caravana de madianitas. La genial idea de vender a José, y obtener una ganancia por deshacerse de su hermano, fue de Judá. Génesis 37:26 - 27 “Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? 27 Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él”.

Al anciano Jacob le dijeron que a su hijo amado había sido devorado por una fiera, y con seguridad, quien le dio la cara y la “mala noticia” fue Judá, ya que Jacob estaba muy molesto con Rubén, su primogénito, por haberse acostado con una de sus concubinas.

 

Ahora, imagina lo que era para Judá tener que verle la cara todos los días a su anciano padre, y sostenerse en la mentira día tras día. Esto llevó a Judá a irse de la casa de su padre, apartarse de sus hermanos y poner distancia con su familia, para poder olvidar su pecado y el engaño que le habían hecho a su Padre. Génesis 38:1 “Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira”.

En su auto exilio, Judá se casó, tuvo tres hijos que vio crecer, y casó a su primogénito con una muchacha llamada Tamar. Es decir, fácilmente estamos hablando de un tiempo de entre veinte y veinticinco años. Génesis 38:6 “Después Judá tomó mujer para su primogénito Er, la cual se llamaba Tamar”.

Desafortunadamente Er, primogénito de Judá, fue malo ante los ojos de Jehová; en parte, creo yo, porque por más de que Judá puso distancia entre él y su padre, el remordimiento lo seguía consumiendo día y noche, y nunca le permitió ser un buen padre, porque cuando no se es un buen hijo, tampoco se es un buen padre.

Por la maldad de Er, el Señor le quitó la vida, y Judá experimentó lo que era el dolor de perder un hijo. Génesis 38:7 “Y Er, el primogénito de Judá, fue malo ante los ojos de Jehová, y le quitó Jehová la vida”.

Por las costumbres de la época, Judá le dio la esposa de Er, Tamar, a su segundo hijo, para que engendrara en ella un hijo a nombre de su hermano, que perpetuara el nombre de Er. Lamentablemente Onán, segundo hijo de Judá, se negó a hacerlo y el Señor también le quitó la vida al segundo hijo de Judá. Génesis 38:10 “Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida”.

Ahora, para colmo de males, la esposa de Judá también murió luego de varios años de haber perdido a sus hijos. Génesis 38:12 “Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, mujer de Judá”.

 

Para este momento, tenemos a un Judá viudo, sufriendo la muerte de dos de sus tres hijos, y viviendo una vida completamente desordenada, pues nos narra la historia bíblica que un día vio una prostituta y tuvo relaciones sexuales con ella, sin saber que la muchacha en realidad no era una prostituta, sino su propia nuera, esposa de sus dos hijos fallecidos.

Pero muy seguramente, esta no fue la única vez que Judá tuvo relaciones sexuales con prostitutas, sino que ya lo había hecho varias veces, así como en la historia del hijo pródigo, solo que  esta vez, fue con su propia nuera, la cual concibió de su suegro. Génesis 38:15 - 16 “Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro. 16 Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo: Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo: ¿Qué me darás por llegarte a mí?”

De esta relación incestuosa involuntaria, Tamar queda embarazada de gemelos; y al enterarse su suegro del embarazo de su nuera, ordena quemarla viva por adúltera. Génesis 38:24 “Sucedió que al cabo de unos tres meses fue dado aviso a Judá, diciendo: Tamar tu nuera ha fornicado, y ciertamente está encinta a causa de las fornicaciones. Y Judá dijo: Sacadla, y sea quemada”.

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Sin embargo, cuando él entiende que la supuesta prostituta con el que él había tenido relaciones era su nuera, y además de eso, que ella había quedado embarazada de esa relación, no solo le perdonó la vida, sino que la llevó a vivir bajo su techo, porque ahora era la madre de sus hijos; aunque nunca más la volvió a tomar como mujer.

Y acá tenemos nuevamente a Judá, expuesto a la vergüenza y el qué dirán de todo el pueblo que se enteró que él había dejado embarazada a su nuera; razón por la cual decide regresar a la casa de su padre, luego de algo más de veinticinco años, calculo yo, en los cuales se desarrolló toda esta historia, para encontrarse al volver a casa nuevamente con la mirada de su padre, y de darse cuenta que el tiempo no le ayudó a borrar su pecado, y por el contrario, le trajo muchísimo más dolor.

Luego vienen los años de escasez y hambruna; Judá y sus hermanos tienen que viajar a Egipto para conseguir comida. Cuando José los ve, toma presa a Simeón, y pide que le lleven al hermano menor como condición para liberar a su hermano mayor, y luego en un segundo viaje, Benjamín es llevado ante José, quien lo acusa de haber robado una copa de plata, amenaza con tomarlo preso. Ante ese escenario, Judá se ofreció como voluntario para quedarse como esclavo en vez de Benjamín, a pesar de tener hijos que lo esperan en casa. Génesis 44:33 - 34 “te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. 34 Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre”.

 

Qué paradoja, aquél que un día decidió vender como esclavo a su hermano, ahora se estaba ofreciendo a quedarse como esclavo, no sabiendo que hablaba con su hermano José.

Ahora, la historia la conocemos, sabemos que todos los hermanos volvieron a Jacob y lo llevaron de vuelta a Egipto, y vivieron bajo el cuidado y amparo de José y de faraón; pero te has puesto a pensar con qué cara tuvo Judá que presentarse delante de su padre y decirle: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus siervos”.

Judá nunca pudo borrar su pecado poniendo distancia entre su padre y él; tampoco prosperó ni fue bendito solo por querer olvidar su maldad; y por cada año que estuvo lejos negándose a ir delante de su padre y confesar su pecado, solo añadió dolor y sufrimiento a su vida.

Pero cuando cayó de rodillas, porque no lo puedo imaginar de otra manera, y con lágrimas en sus ojos reconoció a su padre que le había engañado, que su hijo predilecto no había sido despedazado por una fiera, sino vendido como esclavo; solo hasta ese momento fue restaurado a una posición de bendición y autoridad sobre sus hermanos.

 

Judá recibió la mayor bendición por parte de Jacob, no porque fue perfecto, sino porque fue capaz de volver a la casa de su Padre, reconocer su pecado y pedir perdón.

Al morir Jacob extendió la mano sobre su hijo Judá y le dijo: “Judá, te alabarán tus hermanos; Tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará?”

Definitivamente Judá es el verdadero hijo pródigo, y esto nos enseña que lejos de nuestro Padre, y encubriendo nuestro pecado solo hallaremos dolor y sufrimiento.

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