No menospreciéis las profecías
¿Por qué será que es más fácil creerle a las circunstancias que a lo que el Señor ha declarado sobre nuestras vidas?
Lo digo porque nos la pasamos toda la vida esperando una palabra y una respuesta del Señor a nuestras oraciones, y cuando la recibimos, no la creemos o no nos gusta, y por ende, no actuamos conforme a lo que nos fue dicho.
Estoy pensando en un Moisés, que al recibir un llamado de parte del Señor para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto y llevarlo a la tierra prometida, no lo pudo creer, y le sacó todas las excusas posibles para no tener que ir a Egipto de nuevo. Éxodo 4:1, 10, 13. “Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos NO ME CREERÁN, NI OIRÁN mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová... 10Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! NUNCA HE SIDO HOMBRE DE FÁCIL PALABRA, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque SOY TARDO EN EL HABLA Y TORPE DE LENGUA… 13 Pero Moisés dijo: —Por favor, Señor, MANDA A OTRO”.
Pienso en un Zacarías que oró toda su vida por que Dios le concediera un hijo, y cuando le es anunciado, cuestiona al ángel que le anunciaba el nacimiento de Juan. Lucas 1: 18-20 “Dijo Zacarías al ángel: ¿EN QUÉ CONOCERÉ ESTO? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. 19Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. 20Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto NO CREÍSTE mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo”.
Y pienso en los cientos de veces que he visto y escuchado palabras del Señor declarando bendición y dando dirección a la vida de aquellos que esperan una intervención divina en sus vidas, y luego de recibir la palabra, algunos con mucha emoción, y otros con gran decepción, nunca hicieron lo que les fue pedido; algunos porque no lo creyeron, y otros, por simple y llana desobediencia.
Estas personas me hacen acordar al joven rico que fue a buscar una palabra del Señor Jesús, y al recibir su respuesta, se fue entre triste y enojado, porque no le gustó lo que le fue dicho. Marcos10:21 “Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, VENDE TODO lo que tienes, y DALO A LOS POBRES, y tendrás tesoro en el cielo; Y VEN, SÍGUEME, TOMANDO TU CRUZ. 22Pero él, AFLIGIDO POR ESTA PALABRA, SE FUE triste, porque tenía muchas posesiones”.
¿Qué contradicción verdad? buscamos al Señor por una respuesta, y cuando Él nos habla, no le creemos, no nos gusta, o simplemente no le obedecemos.
Mientras escribo estas palabras tengo una especie de visión, veo un lugar lleno de documentos, son miles de miles de cartas, algunos dicen sanidad, otros dicen llamado, otros dicen provisión sobrenatural, y de los que hay mayor cantidad dicen: restauración de relaciones familiares. Estas cartas son palabras no recibidas o recibidas y no obedecidas.
Estas cartas son miles de palabras que salieron del trono de Dios, las cuales, no fueron creídas, a las cuales no se les hizo caso, o peor aún, fueron palabras creídas, pero no gustaron por que implicaban dar, perdonar, restaurar, confesar, restituir, salir de algún lugar, o dar por terminada alguna relación.
Bienaventurados aquellos que recibieron un llamado, dejaron todo y corrieron de inmediato a hacer lo que les fue pedido. Bienaventurados los que entregaron lo que les fue demandado por el cielo. Bienaventurados los que no se demoraron en correr a terminar con una relación que no era conforme a los planes y propósito de Dios, a pesar del dolor que esto puede ocasionar.
Bienaventurados los que de inmediato fueron a pedir perdón, o perdonaron a aquella persona con la que Dios quería que se restaurara una relación.
Nos quejamos de la falta de respuestas a nuestras oraciones; pero si fuéramos conscientes de la gran cantidad de respuestas emanadas del trono del Padre que no han sido recibidas, no nos atreveríamos a seguir pidiendo y pidiendo, sino que, cuanto antes, correríamos a buscar lo que nos ha sido dicho o pedido, para obedecer de inmediato.
Mientras escribo estas palabras, veo en mi mente una escena, veo miles de ángeles salir de la presencia del Padre con cartas selladas, estas son las respuestas del Trono Celestial a las oraciones de sus hijos; lamentablemente veo otra escena, veo que la mayoría de los ángeles que salieron de la presencia del Padre con esas respuestas, regresan con las mismas cartas, algunas incluso, sin haber sido destapadas, otras abiertas, e incluso algunas ya muy ajadas, como si hubieran sido leídas una y otra vez; sin embargo todas tienen un sello que dice: no recibida.
Estas cartas son dejadas en ese lugar que vi primero, un sitio en donde hay millones de palabras no recibidas o recibidas, pero no obedecidas, las cuales, tienen en sí mismas la capacidad de transformar, de obrar milagros, de sanar, de restaurar, porque son ordenes reales, son decretos celestiales.
Creo que es el tiempo de revisar cada palabra que nos fue dada, porque algunas son tan sencillas como la palabra que le fue dada a Naamán; la cual, no fue recibida en un principio. Grave error hubiera cometido el leproso Naamán si no hubiera obedecido a la palabra de Dios por boca del profeta Eliseo. 2 Reyes 5:10 “Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y TU CARNE SE TE RESTAURARÁ, y serás limpio”.
Gracias a Dios los siervos de Naamán le hicieron caer en cuenta de su necedad, este obedeció a la palabra del profeta, y fue sano. De la misma manera, creo que muchas de esas respuestas que están en esa “oficina de devoluciones” pueden ser rescatadas aún.
Es el tiempo de obedecer lo que te fue ordenado, es el tiempo de creer y declarar lo que te fue anunciado, aún hay tiempo para creer y apropiarte de tu sanidad, aún hay tiempo para aceptar y caminar en pos de tu llamado, aún hay tiempo de creer en la restauración de tu matrimonio, aún hay tiempo.
“No menospreciéis las profecías”. 1 Tesalonicenses 5:20